martes, 13 de noviembre de 2007

El Madrid paleoindustrial

















No se si usteden se habrán fijado, pero el centro de Madrid está lleno literalmente de micro industrias tipo cerrajerofontaneroimprentero en los bajos de sus edificios.

Son pequeños talleres pre-polígono industrial intercalados entre las tiendas que dan la sensación de agujero negro en el que un viejillo se ha quedado atrapado entre un montón de hierros y máquinas colgando de clavos. Siempre piden a gritos una mano de pintura o un fregado y se extienden por sótanos en las profundidades abisales ciudadanas. Aunque la Chamarilería también ha podido entrar en un taller de reparación de radios ubicado en una buhardilla.

La mayoría de estos emporios del metal están desapareciendo para dejar paso a esos cuchitriles sin ventanas ni ventilación que sólo en Madrid se venden como "Loft", y que son muy grandes pero si quieres ventilar lo mismo te entra una vieja a que le arregles la patilla de las gafas.

Nótese en la estampita de aquí debajo el cartel "No se prestan herramientas" colgado en aquellos heróicos tiempos en que los machos ibéricos pasaban los domingos errantes mascando palillos sin saber lo que era un Leroy Merlin.

martes, 9 de octubre de 2007

Las cosas bien y las cosas mal




















Esto sí.




















Esto no.

Supongo que hoy día debe ser imposible encontrar un artesano de los que antaño hacían esos bellos carteles a mano sobre espejo. Con letras más o menos copiadas de vaya usted a saber donde, pero que le quedaban de tres auténticos pares de cojones.

Pero una cosa es que sea difícil o caro hacerlo perfecto, y otra muy distinta irse a la copistería más cercana a que un mileurista inexperto en cortar vinilos elija entre Times New Roman y Arial Black en el CorelDraw! para rotular tu tienda gigantesca de la calle Atocha. Esa calle llena de superlocales de telas al metro que están cerrando a tal velocidad que miedo nos da lo que vaya a aparecer allí.

miércoles, 19 de septiembre de 2007

Requiem por Malasaña






















Esta bella estampa, (que no hubiese sido posible sin el móvil moderno con cámara y blutuz de Marcos Lacio), resume de perfecta manera hasta donde coño ha llegado el consistorio para acabar con cualquier atisbo de diversión que pudiese quedar en la noche malasañeira.

Esa fila de cartones de vino precintados por la policía municipal dan fe de la mezcla de saña y estupidez con que nuestros próceres atajan el problema del botellón en particular y el de la noche en general.

No quiere La Chamarilería erigirse en defensora de costumbre tan contraria al buen beber y al buen comer. Más bien al contrario. La Chamarilería desaprueba sin ambages la juvenil costumbre de infiernizar la vida de los vecinos del centro de Madrid a base de gritos y ácido úrico.

Pero La Chamarilería recuerda tiempos lejanos pre-Matanzo en los que Malasaña era un lugar atiborrado de bares atiborrados de gente, y no se veía un solo personaje mezclando calimocho entre dos coches. La culpa de la aparición de semejantes espectros de la noche barata madrileña hay que buscarla en la inquina municipal contra nuestros locales favoritos: los bares






















Actual vista interior del histórico bar Malandro.


Lo más absurdo de la actuación municipal contra el problema de los ruidos nocturnos etílicos fue tomarla, precisamente, con los locales debidamente insonorizados en los que nos encontrábamos los borrachos pegando voces hasta las tantas sin hacer daño a nadie más que a nuestras neuronas.

Poco a poco estos lugares de esparcimiento sano y juvenil han ido cerrando sus puertas hasta llegar a la situación actual. En la que una pareja de municipales en cada esquina han impuesto la ley seca a partir de las 3:00, cosa nunca vista al sur de los Pirineos.

Supongo que en la barcelonizada zona de Chueca o en los abrevaderos para guiris de Huertas nadie vigila esos horarios. Pero Malasaña es otra cosa, es el símbolo de la movida y la marcha netamente madrileña y se han propuesto acabar con ella en aras de la normalización juerguística dentro del marco de la U.E.

Afortunadamente corren de boca en boca las cuevas de reptiles en las que es posible conseguir cobijo a altas horas, y basta que una desaparezca para que otra tome el relevo. Pero mucho nos tememos que, cuando los alegres mozos del botellón partan hacia nuevos pastos, detrás de ellos sólo quedará un barrio lleno de tiendas de ropa para ricos con tatuajes y restaurantes con sillas blancas minimalistas de plástico que ofrecen todo tipo de tofu a gafapasteros que vienen de comprar vinilos en tiendas para diyeis y biyeis.

Menos mal que nos queda Lavapies, cuyos habitantes importan tan poco que el Ayuntamiento no parece saber ni que existe.

jueves, 6 de septiembre de 2007

Por orden facultativa














Ya de vuelta de vacaciones este post va a ser inusitadamente optimista y buenrollista de mierda.

Lejos de la habitual perorata propia de un abuelo Cebolleta de vía escrecha, voy a dedicar el día de hoy a glosar cosas bonitas en esta sección de Hermosos Anacronismos en la que cabe ese arte urbano que hace la gente cuando hace lo que le da la gana con un mínimo de gracia.

La interpretación que de las leyes inmutables de marketing hacían y hacen los tenderos madrileños nos ofrece cosas como esta. La tienda de Viñas, el perfumista. Una tienda de perfumes, cuchillos y tijeras totalmente llena de chapas con unos slogans tremendos que debería tener a un joven Tony Leblanc como dependiente.

En todo lugar hay tiendas así, con dueños raros con ideas decorativas de universo paralelo que acaban conquistando nuestros corazones y conviertiéndose en lugares de simbólica resistencia al Carrefour y a las tiendas de todo a 0,60.

Desde la Chamarilería solo queda levantar nuestra copa de Chinchón seco removido no agitado y decir: "Va por usted, señor Viñas"

viernes, 20 de julio de 2007

Cerrado por vacances
















Damas y caballeros.

La Chamarilería cierra sus puertas para tomarse unos días de asueto en lejanas tierras.

¡Hala, a mamarla!

lunes, 16 de julio de 2007

Arquitectos: Esas bellas personas.






















Cuando uno va paseando alegremente por un centro de Madrid que, no sabemos como, ha sobrevivido a alcaldes ineptos, constructores corruptos y bombardeos aéreos lo menos que imagina es que el pleno siglo veintiuno, cuando ya ha quedado claro que tirar edificios antiguos es caca y no se hace, nos vayamos a encontrar con cosas como la mierda puesta al sol que vemos en la fotografía de más arriba.

Nos preguntamos qué, pero qué coños enseñan en la muy honorable facultad de arquitectura a esos chicos de la chupa vaquera y la carpeta con escudos del Madrid para que, al salir, decidan enmierdar esquinas a cincuenta metros de la Plaza Mayor con semejante despliegue de egocentrismo paleto copiado de vaya usted a saber que libro de arquitectura japo-finlandesa de 29,95 leuros en el Vips de Cubos.

Señor arquitecto, ¿no le enseñaron que un edificio debe proyectarse pensando, no solo en las fotos de la revista de arquitectura, sino en el dónde coños va a erigirse?

¿Acaso no basta con ver el edificio del Centro Gallego de Jacinto Benavente para aprender la sencilla lección de que estas cosas no se hacen? ¿Que la fantástica moda arquitectónica de los setenta (que tan bien queda en Móstoles y tan mal en Lavapies) está esperando de rodillas la demolición entre vítores de la multitud?

No se que clase de Ayuntamiento tenemos que permite a un pobre desgraciado (convencido de que su edificio, alla maniera de 2003, va a superar gracilmente las futuras modas arquitectónicas pese a la pobreza del diseño, a darse de hostias con el entorno, y a los materiales escogidos para durar veinte años sin parecer chatarra) mostrar a los viandantes su mediocridad en medio de la calle Mayor, y no en San Chinarro o cualquiera de esos páramos donde no nos importa en absoluto que estos gañanes se epaten entre sí con todo tipo de mamotretos creados para mayor gloria de las revistas dominicales, y mayor disgusto de sus pobres habitantes.

Desde aquí pedimos humíldemente la humillación pública del personaje creador de semejante patraña, así como declaramos la de arquitecto profesión non grata, solo comparable a la de taxista en su desprecio de la sensibilidad del prójimo.

martes, 10 de julio de 2007

Señalética para toda la vida















¿Qué hace que un honrado ciudadano, un tipo aparentemente normal, un opositor a catedrático de instituto, un administrativo de tercera de una caja de ahorros o un asesino a sueldo barato se metan a chamarileros?

Pues nuestra respuesta es que, generalmente, los objetos más prosaicos se fabricaban antes con materiales nobles y perdurables. Un tostador de hace sesenta años pesa como un utilitario de pequeño tamaño de la era del plástico porque estaba hecho con un par de huevos y kilos de material para que durase más que el sistema eléctrico al que se enchufaba.

Un ejemplo de esto lo vemos en las chapas que anuncian las calles o los locales, antes de metal esmaltado y ahora de plasticazo con las letras pegadas en vinilo. Basta ver esas placas de calle de hace años para postrarse de rodillas, alzar los puños al cielo y preguntarse: ¿Pero es de verdad tan caro seguir haciéndolas bonitas, coño?

jueves, 5 de julio de 2007

Pero, ¿quién coños vivirá ahí?






















La nueva y flamante sección "Cabrones con Suerte" se inaugura con la foto de un ático de esos en los que, entre las brumas propias del alcohol, uno recuerda haberse colado en una fiesta hace milenios cuando era joven y no tenía miedo a destripar casas de desconocidos.

En Madrid hay trillones de esas casas carismáticas que son un marrón por muchas razones, pero que son auténticos palacios por otras. Y de esas casas La Chamarilería se va a ocupar por ustedes.

No pretendemos aquí, por ser algo más que imposible y exceder las intenciones de este bloj, intentar convencer a los jóvenes que pasan del parque de los porros a jugar a la Play en el piso de VPO de las excelencias de vivir en un quinto sin ascensor en pleno centro de la urbe y sin posibilidad alguna de aparcamiento del Seat León.

Solo pretendemos que, por un momento, imaginemos que el dueño de semejante terracita nos invita a tomar unas cervezas en una tumbona una noche veraniega, menudo cabrón con suerte.

(aunque no desearía para mí el infernal ruido de tocabongos que debe soportar el chaval los fines de semana...)

martes, 3 de julio de 2007

Paredes muertas.






















En La Chamarilería no podíamos obviar, dentro de los alegres comentarios acerca de lo que huele a ropa vieja, los denodados esfuerzos de nuestra municipalidad por arrancarnos de las garras de África del norte y convertirnos en una especie de ciudad europea a través de estrategias de nuevo rico modelo Jesús Gil y Gil.
No hacemos cosas europeas de verdad como poner parques con arbolotes gordos y dejarlos crecer en paz sino que levantamos todo cada dos por tres y hacemos plazas duras, eso sí, con papeleras de impecable disseny y precio desorbitado para que queden monas en las fotos de la inauguración.

Aquí vemos una de las más absurdas actuaciones municipales: Tapar los grafitis (de los cojones) pintando las paredes de granito de color gris. Así. Con un par. Como suena, señores.

Ya es bastante malo que un pobre fracasado escolar opine que su puñetera firma merece perdurar años y años en una casa que llevaba doscientos años en el mismo sitio tan feliz, como para que encima el ayuntamiento decida que la mejor manera de arreglar el problema es que venga un señor del SELUR con un cubo de blanco y otro de negro, los mezcle a lo bestia, y pinte varios metros cuadrados de material noble consiguiendo el peor efecto posible. La Chamarilería ha visto hacer esto mismo en paredes de edificios en los que los obreros habían pasado días retallando el granito para dejarlo como nuevo.

Al menos en el caso de la foto, un tipo genial (no un grafitero indigno) ha aprovechado para hacer una de las cosas más bonitas y poéticas que se puedan ver en una pared llena de meados.

miércoles, 27 de junio de 2007

Oficios de antesdeayer y hoy: El afilador






















En La Chamarilería no solo tenemos tremenda pasión por los objetos inanimados, sino que también admiramos los oficios inanimados.

En Madrid queda una barbaridad de gente manteniendo formas de vida propias de una Zarzuela o de Los Tramposos. Estos seres sin epígrafe en la seguridad social salen de sus casas de renta antigua, realizan pequeñas tareas casi invisibles y sin saber hacer otra cosa han conseguido sobrevivir, tener esposa, hijos y una voz cazallera que debe ser requisito indispensable para que le respeten a uno cuando va con una flauta y una bicicleta.

Este simpático ser de la foto es un afilador especializado en trabajarse los restaurantes para turistas del centro. Lo único bueno de que el muy cabronías acabase con mi siesta, es que al menos ha rellenado sin saberlo con su foto un pequeño trozo de la red de redes esa y, en concreto, este su bloj.

lunes, 25 de junio de 2007






















Vaya usté a saber porqué, pero en estos tiempos de neveras combi con congeladores no frost de cuatro estrellas que dan cubitos de hielo cuando aprietas con el vaso una cosilla es posible que las únicas tiendas tradicionales de Madrid que no tienen un aspecto terminal, sean las de bacalao salado seco. Un manjar propio de cuando en la meseta era, o esto, o sardinas en lata todo el pescado que ibas a ver en tu vida.

No se si en su momento eran tiendas de delicatessen o los bacaladeros tienen buen gusto, pero siempre, sea cual sea el barrio en el que estén, estas tiendas son bonitas.

La tienda de la foto es paradigmática en su contumacia. En pleno Callao, rodeada por el imperio Inditex y las zapaterías para turistas, se alza coqueta y elegante como si acabase de abrir y los madrileños nos volviéramos locos por desalar ladrillos de pez reseco.

viernes, 22 de junio de 2007

Esperando el Fin


Ya es triste ser una maniquí, pero ser una maniquí sin cuerpo especializada en pelucas y pestañas postizas es lo puto peor.

Y si, además, el dueño de la tienda de pelucas pasa de comprar una cabeza de tío y decide plantarte a ti el bigote y el bisoñé de José Luis Rodríguez, El Puma, tu misión vital será para siempre asombrar y divertir a los viandantes con tu melancólico gesto de desesperación.

Hoy en la Chamarilería, una de las pocas tiendas de la calle Magdalena que aún no se ha convertido en una cueva llena de cajas de cacharrería electrónica al por mayor para tiendas de todo a 0,60 con un chino aburrido en la puerta fumando cartones y cartones de tabaco.

miércoles, 20 de junio de 2007

¡Somos fenomenales!

El Edificio España, con sus 25 plantas y 117 metros de altura, es el octavo edificio más alto de la capital del mundo. Alberga el hotel Crowne Plaza, un centro comercial, apartamentos, viviendas y oficinas. (de la wikipedia maldita)

Ha sido símbolo de modernidad en la España cutre de los años 50 y fondo perfecto para que Conchita Velasco pasara por delante entre dabadabas retrotrendys.

Emergiendo a lo bestia en medio de la Plaza de España, ha acabado comprado y vendido y pasando de mano en mano y ahora está desierto. La última operación fue la compra por el Santander del 50% del mamotreto por 138,6 millones de leuros.

¿Por que La Chamarilería se ocupa de semejante armatoste?
Porque 138,6 millones de euros han dado para este cartel:

¿Que pensará de esto el ADG/FAD?
¡Nos importa un huevo! ¡Viva el arte del pueblo!

martes, 19 de junio de 2007

Manifiesto Chamarilero

Madrid se muere, ¿se muere Madrid?

Ante el ejército de papanatismo disfrazado de modernidad que nos invade, ante el imperio del aluminio como directo descendiente del sintasol, ante las ínfulas europeobarcelonolímpicas del alcalde, ante el apogeo de la plaza dura y el banco antimendigos; se alza incomparáblemente atemporal, retrógrada y llena de mierda, La Chamarilería.

Poco antes de que caigamos rendidos al mercadotécnico encanto de esos restaurantes de diseño que, sin pausa, nos recomenda el Pais Semanal, disfrutemos en este blog de las cabezas de gamba tiradas por el suelo rodeadas de serrín servidas por un tipo con bigote natural de un pueblo de Orense que llegó a la capital hace 34 añazos y lleva 33 detrás de esa misma puñetera barra de zinc.

¡Viva lo antiguo, lo inservible y lo que nos de la gana!

¡El abuelo tiene un plan!